martes, 21 de agosto de 2018

El Cerro del Águila... Una historia diferente.

     El barrio del Cerro del Águila está a unos 20 minutos en transporte público (metro o autobús), en línea recta, del Prado de San Sebastián. Este núcleo de población siempre tuvo, hasta el soterramiento del arroyo Tamarguillo, un cierto apartamiento físico de la ciudad. No obstante, aún quedan cerreños que dicen: "voy a Sevilla", cuando van a salir de las cuatro calles que delimitan el barrio. 
     Precisamente esa separación fue la que ha ido conformando un barrio con un carácter propio... Una unidad independiente que ha ido autoabasteciéndose desde mediados del siglo XX. Y es quizás en ese "aislamiento" donde radica su desconocimiento por parte del resto de los sevillanos. 
     Sin embargo, desde hace tres décadas muchos hispalenses han empezado a conocer el Cerro del Águila a través de la hermandad que radica en su parroquia, que se funda en 1943, pues hasta entonces el barrio dependía en su asistencia espiritual de la parroquia de San Bernardo, a varios kilómetros de distancia. La llamada Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores aglutina en su salida y entrada al templo cada Martes Santo a buena parte de los vecinos del barrio (los que son y los que se fueron) y a muchos otros sevillanos que se acercan a verla. 
     Nosotros, que hemos nacido, crecido y vivido en este barrio, te vamos a contar una historia diferente... 

     Hace años que murió Ferviz, un fotógrafo que captó durante décadas las mejores instantáneas de este barrio obrero que vivía a la sombra de una fábrica, la de Hilaturas y Tejidos Andaluces, S.A., y luego se dedicó hasta sus últimos años a hacer capirotes en los bajos de una escalera de El Petisú, una empresa cerreña que conoce numerosas franquicias en toda Sevilla. Cerró por última vez sus puertas La Pavía, que, como su propio nombre indicaba, elaboraba estos deliciosos manjares de bacalao como especialidad. Hoy el inmenso taller mecánico Héroes de Toledo, que cogía toda la esquina de la avenida del mismo nombre con la Ronda del Tamarguillo, es un bar. Y con el fallecimiento de Carmelita, desapareció su mercería con el encanto de sus miles de botones, de su antiguo mostrador y de aquel banco-arcón que su padre le había comprado a un vendedor ambulante cuando ella era pequeña. Pero siguen capeando los años El Palacio de las planchas, Rufino, o Crisol... Y nuevos negocios abren -o cierran- cada día en este barrio humilde y distinto. 

     No se come mal en el Cerro. Así que te vamos a recomendar cuatro lugares si vienes (tienes que hacerlo). Aunque antes hay que decir que dispones de tres líneas de transporte para llegar: dos de autobús, desde el Prado de San Sebastián (26 y 38), y la línea 1 -y única- del metro. No hay pérdida. 

     Empezaremos por un lugar que se está convirtiendo en un clásico de los almuerzos y cenas del Cerro: la Taberna Almazara, en la calle Afán de Ribera, 177. Van cambiando la carta por temporadas, y todo está rico, pero te recomendamos especialmente los raviolis de solomillo y el bacalao dorado. 

     Al final del Cerro, en la calle Ocho de marzo, 17, se encuentra la Taberna El soberao, un lugar de comida abundante, tradicional pero muy variada, y buen servicio. 

     Uno de los lugares de comida más antiguos del barrio es La reja, en la avenida de Hytasa, 11, donde se puede degustar un buen jamón y un queso excelente, también para llevar. Se come muy bien, pero destacamos especialmente su arquitectura, de las pocas conservadas con el diseño con el que Juan Talavera Heredia trazó el barrio. 

     Nuestra cuarta sugerencia es un brewing... Sí. Lees bien. También tenemos un brewing, un lugar donde fabrican su propia cerveza, en el barrio. Cervezas Río Azul está situado en una nave industrial del polígono Hytasa, en la calle Lana, 6, y ofrece ocho tipos de cerveza, de las cuales cinco especialidades son de fabricación propia. Su horario es complicado y está ampliando su carta, pero merece mucho la pena. 

     Hasta aquí podrían llegar nuestras sugerencias culinarias, pero como este barrio da mucho de sí, también puedes dilatar tu estancia tomándote un delicioso pastel y un café en el citado Petisú, que lleva abriendo sus puertas desde 1973. Tienen obrador propio, así que todo está recién hecho, cosa muy de agradecer hoy día. 

     Los que conocen bien el Cerro del Águila saben que hay dos lugares que no deben jamás dejar de pisarse si se viene: dos heladerías de excelente calidad que se han convertido en santo y seña de la calle Afán de Ribera, Helados Antonino, en el número 151, y Helados Los Valencianos, en el número 139. La variedad y la calidad de ambas heladerías es excepcional. 

    Pero no podemos, hablando de comida, dejar de hacer otras tres paradas: la primera en la Panadería de Rufino, en la Calle Cristo del Desamparo y Abandono, 70. Lleva dos generaciones en el Cerro del Águila y vende panes de enorme calidad, artesanales, y, para no quedarse atrás en el negocio, realiza panes y dulces de lo más variopinto, también por encargo. La segunda en la freiduría Manolita, en la calle Diamantino García Acosta, 35, también una segunda generación en el barrio, con una magnífica calidad en los productos del mar, y unas croquetas espectaculares. La tercera es una casa de comidas para llevar, llamada La deliciosa, en la calle Afán de Ribera, 204 A... Tanto la comida, variadísima, con productos de temporada, como los postres, son exquisitos y originales, y es porque todo sale de las manos de todo un chef: Antonio. La atención corre a cargo de Amparo, que siempre tiene un buen consejo para definir tu elección.

     Y, como no todo es comer, te animamos a pasear por una de las calles más bonitas de Sevilla: la calle Afán de Ribera, con su bóveda verde de árboles, que te darán cobijo hasta en los más tórridos días de agosto, como estos en los que nos encontramos.

Calle Afán de Ribera

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